Si naciste en los 80 seguramente tendrás recuerdos algo borrosos pero felices de una adolescencia sin celulares ni pantallas, más allá de la televisión y alguna consola. Salíamos a divertirnos a la calle, jugábamos en las plazas y los parques, buscábamos a nuestros amigos en sus casos y no teníamos que estar pendientes del teléfono las 24 horas del día. No es raro que hoy por hoy siga habiendo una nostalgia brutal por esta época, con la excusa tan manida de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Lo cierto es que parece que los niños y adolescentes de hoy se están perdiendo esa parte de la aventura, ya que desde muy chiquitos están ya con el celular en la mano todo el tiempo, grabando vídeos para Tiktok, consumiendo contenido en Twitch o Youtube, pendientes de Whatsapp y de Instagram a cada segundo… Estas nuevas generaciones jamás entenderán, por ejemplo, el morbo de buscar una revista para adultos con el riesgo que eso suponía.

Corría el año 2000 y el mundo estaba ansioso por ver qué deparaba el nuevo milenio. La excitación de aquellos últimos años de los 90 había dado paso a una época de cierta incertidumbre. Los avances tecnológicos auguraban un futuro sorprendente pero a la vez inquietante. A pesar de las tensiones políticas, nadie podía imaginar lo que pasaría en septiembre de 2001, cuando el atentado contra las Torres Gemelas cambiaría el mundo para siempre. Éramos más ingenuos y felices, y disfrutábamos del entretenimiento genuino y comercial en las salas de cine y pantallas de televisión. En aquel año 2000 se estrenó una película modesta pero que dio mucho que hablar: Coyote Ugly. Aparentemente, la típica película para chicas que muestra los sueños de una joven aspirante a artista en una Nueva York despiadada. Por dentro, una historia de sororidad y empoderamiento auténtico, mucho antes de que estas palabras se pusieran de moda en el show bussiness.